Al decidirnos a cruzar la calle, alguien llamó la atención de Alonso: “Oiga Amigo, le limpio los zapatos”
Los dos miramos al suelo ciertamente, todo el polvo de Guayaquil, estaba en sus zapatos y en mis pies, yo andaba con sandalias……
Alonso le respondió, si, seguro, mientras me decía cariño, es solo un minuto, y empezó el proceso de “lustrar los zapatos” y en mi mente…….se regreso la película de los sábados en la mañana, cuando el lustrabotas llegaba a casa, se sentaba en “el portal” con la hilera de zapatos que todos sacábamos (pero había que echarle un ojo, no sea que se vaya con nuestros zapatos) y empezaba su tarea de lustrar con latitas, ceras, franelas, frasquitos y cepillos que sacaba de una cajita de madera, tan bien organizada, que llevaba al hombro, llenando el ambiente de esos olores a cera y zapatos recién lustrados.
De alguna manera honrada hay que “ganarse la vida” y eso es lo que el hace.
Pero muy dentro de mí, pensé…. Demasiado mayor para ser “lustrabotas callejero” y demasiado joven para que ese sea el sustento de su familia y deseé que sea algo temporal y encuentre otra manera de “ganarse la vida honradamente”
Le pregunté si podía tomar una foto y con una gran sonrisa me dijo que si.
Una de las tantas estampas que tengo de mi querida Guayaquil!!!!!