Comparto un fragmento del Relato del Beso de San Francisco al Leproso, de Juana de Ibarbourou.
Otro de los relatos que mi padre nos contaba en nuestra infancia, con tanto detalle que casi nos parecía ver a Francisco tomar entre sus manos la cara del leproso y darle un beso y casi podíamos escuchar los gritos de angustia e incredulidad del leproso, que mi padre describía tan vivamente que hasta casi sentíamos el olor a nardos después de aquel gesto de amor, por parte del joven Francisco.
Paso a paso va Francisco,
pasó a paso su caballo,
y una dulzura sin nombre
desciende desde lo alto.
Paso a paso anda Francisco,
triste, intranquilo, callado.
De pronto, desde el ribazopasó a paso su caballo,
y una dulzura sin nombre
desciende desde lo alto.
Paso a paso anda Francisco,
triste, intranquilo, callado.
se alza una voz plañidera:
-¡Dadme, por Cristo, una ayuda
antes que de hambre me muera!
Sorprendido paró el mozo,
miró hacia abajo asombrado,
y vio una cara de monstruo
surgiendo junto al vallado.
miró hacia abajo asombrado,
y vio una cara de monstruo
surgiendo junto al vallado.
Y una mano tumefacta,
terrible mano leprosa,
le interceptaba el camino
tendida hacia la limosna.
terrible mano leprosa,
le interceptaba el camino
tendida hacia la limosna.
Hurgó bolsillos y cinto,
abrió la bolsa vacía,
en tanto la boca horrible
desesperada gemía:
-¡Ved, señor, cuanta miseria!
¡Qué interminable agonía!
¡Dios prueba a sus criaturas
en esta tierra de Umbría!
abrió la bolsa vacía,
en tanto la boca horrible
desesperada gemía:
-¡Ved, señor, cuanta miseria!
¡Qué interminable agonía!
¡Dios prueba a sus criaturas
en esta tierra de Umbría!
Ni una moneda quedaba
en la escarcela de seda.
Francisco cerró los ojos
pensando en otras monedas
de mayor valor que aquellas
con que pagaba sus fiestas.
en la escarcela de seda.
Francisco cerró los ojos
pensando en otras monedas
de mayor valor que aquellas
con que pagaba sus fiestas.
Y de súbito inclinose,
tomó entre sus manos finas
la enorme cara monstruosa
toda de llagas roída,
y un beso, signo celeste,
puso en su horrenda mejilla.
tomó entre sus manos finas
la enorme cara monstruosa
toda de llagas roída,
y un beso, signo celeste,
puso en su horrenda mejilla.
Dio el mendigo un alarido,
mezcla de sollozo y risa
de asombro y deslumbramiento
de gratitud y de dicha,
y palpándose extasiado
la mejilla carcomida,
gritó: -¡Señor, este beso,
Dios en su reino os lo pague!
sólo un divino elegido
limosna tal pudo darme.
mezcla de sollozo y risa
de asombro y deslumbramiento
de gratitud y de dicha,
y palpándose extasiado
la mejilla carcomida,
gritó: -¡Señor, este beso,
Dios en su reino os lo pague!
sólo un divino elegido
limosna tal pudo darme.
Y del rostro de Francisco,
en la noche ya caída
una luz como de aurora
resplandeciente fluía,
en tanto un olor a nardos
por los aires se esparcía,
y un ángel, sin que él le viera,
en la sombra le seguía.
en la noche ya caída
una luz como de aurora
resplandeciente fluía,
en tanto un olor a nardos
por los aires se esparcía,
y un ángel, sin que él le viera,
en la sombra le seguía.
Continuó andando Francisco
sin saber lo que pasaba.
Era feliz como nunca
pensó que a serlo llegara.
¡Y sintió que en ese instante
toda su vida cambiaba!
sin saber lo que pasaba.
Era feliz como nunca
pensó que a serlo llegara.
¡Y sintió que en ese instante
toda su vida cambiaba!
Todo esto ha venido a mi memoria, porque soy Franciscana, y hoy hay una mega-reunión de ex alumnas franciscanas, en el que fue mi querido colegio, en Guayaquil, Ecuador….a la que asistirán muchas promociones, y no estaré presente… me hubiese gustado ir, hemos vivido, gracias al intertent, el entusiasmo y los detalles de la preparación de este evento tan emotivo para los que en algún momento compartimos en el “San Francisco de Asís”, como estudiantes o profesores.
Maggy
Maggy
Mary, muy lindo y conmovedor este escrito, el mundo seria mucho mejor con personas como Francisco, un abrazo
ReplyDeleteMartha
Este relato se hace ver que el servicio a los leprosos se constituyó en una verdadera praxis (una combinación de reflexión y acción) del santo durante toda su vida, pues en sus frecuentes desplazamientos por varias ciudades de Italia solía frecuentar las leproserías y los hospitales y servir a los enfermos. Gracias María Elena por compartir siempre esos bellos relatos que nos remontan a nuestra niñez y nos hacen revivir esos momentos inolvidables de nuestra infancia.
ReplyDeleteIsis Marina