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Esta mañana, vi por televisión en el programa “Sunday Morning” que se celebraban 100 años de
publicación de las tiras cómicas dominicales,
esto trajo a mi memoria “el baúl de los periódicos”
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El baúl de los periódicos
era un viejo baúl de madera, de tapa curva, y varios colores, predominaba el
morado y era nuestro escape por horas y horas, era un tesoro que nuestro padre había
ido acumulando desde joven, con la idea de compartirlos con sus hijos, en ese baúl,
el conservaba para nosotros, sus hijos el suplemento dominical de las tiras cómicas
y así fue como conocimos a “Lorenzo y Pepita”- Lorenzo Parachoques, que se comía
esos gigantescos emparedados y que después nosotros tratábamos de imitar, “Benitin y Eneas”, dos personajes que siempre
se veían enredados en situaciones apuradas y chistosas, el uno era alto y el
otro era sumamente bajito, “el fantasma”, “Daniel el travieso”, “Tremebunda”, “El
otro yo del Dr. Merengue”.
Nos hicimos asiduos seguidores
del detective “Dick Tracy”, “del capitán y los Cebollitas”, de “Popeye” o sencillamente
nos poníamos a leer las revistas que allí había, “Lo Mejor” (De esta revista,
recuerdo que siempre traía un cuento, -me acuerdo de uno que me gustó mucho que
se llamaba “Maramdembone”, era un cuento africano, después narraré lo que
recuerdo de este lindo cuento-
“Selecciones” -la primera edición,- “Temas”, en la cual
leíamos sus temas muy interesantes y un personaje llamado “Amadeo Tadeo”.
También descubrimos algunas
revistas “LIFE” que él tenía guardadas de hechos históricos como el asesinato
del presidente Kennedy, la de la captura y muerte del Che Guevara, son las que
recuerdo, por lo impresionante de las imágenes.
Era un viejo baúl de madera,
donde mi padre iba coleccionando periódicos y revistas de su juventud, con la idea
de compartirlos en algún momento con sus hijos. Y así lo hizo, todos los hermanos
recordamos largas horas escarbado en ese baúl y sacando “joyas” para leer que
nos distraían por muchas horas. Él quería que conozcamos las tiras cómicas de
su época y los acontecimientos por las revistas, periódicos y libros que el
guardaba para nosotros.
Era un placer tan grande
para nosotros, ir a ese baúl que estaba en un altillo y pasar horas escarbando
entre esos periódicos, libros y revistas impregnados con ese olor a “naftalina”
que le había puesto para que no sean consumidos por la polillas, pero que
inevitablemente el tiempo había impregnado de ese característico olor a libro
viejo y color amarillento.
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Esas mágicas horas quedaron
grabadas en nosotros, largas horas de placer, de risas infantiles de
complicidad… un detalle más de amor de nuestro padre hacia nosotros, mi padre,
siempre pensando en nosotros, allí quedaron grabadas calurosas tardes leyendo
en un altillo y ahora yo sonrío y acaricio lindos recuerdos.
María Elena
Maggy