Este fin de
semana hemos tenido una linda reunión familiar.
Motivo: Boda
de uno de los sobrinos de Alonso, mi
sobrino político. Deseamos que esta joven pareja sepa acoplarse y llevar una
excelente unión de amor y respeto.
Fue un
bello fin de semana, después pondré fotos de la alegría de esta reunión y de la
belleza del ambiente natural. La boda
fue en una zona rural de North Carolina.
Pero este
corto escrito es para relatar algo que tenía escrito hace muchos años cuando fui
a visitar a mi hermana Lucia que vivía en Inglaterra en esa época y paseando
por la Campiña Inglesa, yo me maravillaba de ver las vacas, en ese verdor,
pastando, descansado o caminando tranquilas y felices aparentemente con tanto
espacio verde para ellas que no estaban
aglomeradas una con otra.
Mi relación
con las vacas es de: estos animales tan grandes con sus ojazos se las ve como
bonachonas y pacíficas.
No la imagen que tenía de las vacas aquí… hacinadas
unas con otras, encerradas en
espacios pequeños y oscuros; siendo torturadas para producción de leche y de
carne.
Hace más de
30 años que yo no como carne de res, siendo jovencita decidí no comer carnes rojas, ni sabía el concepto de “ veganismo”,
pues no era ni soy vegana.
Prefiero
ver a las vacas como animales lindos y amigables, no para mí como un bistec
caminante.
Pero de eso no se trata este escrito. Estoy
dando y dando vueltas y no llego a grano del asunto…
Al llegar
al hotel en Edén, una pequeña población en North Carolina en recepción vi esta
foto que me trajo a la memoria este recuerdo:
Al regresar
de mis vacaciones de Inglaterra visitando a mi hermana, una de mis compañeras de trabajo, “Ada, me preguntó ¿María que fue lo que más te impresiono de tu viaje? Yo misma me sorprendí con mi respuesta
cuando le contesté “las vacas relajadas”.
Como
va a ser? dijo ella y yo asentí, SÍ, íbamos recorriendo
la campiña inglesa en un tour camino a “Stonehenge” , se veía una inmensidad de
campos amarillos, eran las florecillas de canola, de pronto vi un paisaje
precioso… el día tan soleado y brillante, el cielo tan celeste y apenas un par de nubes blanquísimas
como para adornarlo, esos campos con un pasto verde, tan verde y allí estaban
unas cuantas vacas, pastando en esa belleza de paisaje, se las veía recorrer
libres , unas estaban solas, otras en pareja, como conversando de sus novedades,
otras en un grupo más allá, pero así… bellamente esparcidas y relajadas en esa campiña.
Esa imágen
me dió tanta paz y la certeza de que eran mis amigas y no un bistec ambulante y
que estaban pastando felices y daban una leche cremosa y deliciosa. Leche de
vacas felices. No es comercial de leche, pues tampoco soy
consumidora de lácteos, creo que cada
uno debe saber que le va bien a su cuerpo.
Este relato
es para exaltar la paz que me transmitieron esas vacas relajadas.
Fue una
escena tan, pero tan linda, que pude
transmitir esa sensación de paz a mi compañera
de trabajo; a veces cuando me ve que estoy estresándome, que estamos tarde
para el “deadline” me dice, María
acuérdate de las “vacas relajadas “ y así nos reímos y volvemos al
redil.
A veces,
mentalmente me escapo a la campiña inglesa, recorro aquellos campos y veo como
una película de las “vacas relajadas” camino a “Stonehenge” y me devuelve esa
paz… la felicidad que día a día buscamos y que es la finalidad de nuestra vida.
María Elena
Orellana
Maggy