Las tentaciones están por todos lados y de todos los
olores, colores, formas y sabores.
Esta mañana, al fin tuve tiempo de entrar a “Palermo” la
dulcería italiana que queda en la parada de bus donde me bajo, para ir a mi
trabajo; esta mañana, la tentación fue tan grande que decidí entrar, siempre paso y solo observo a través de los
cristales sus tentadoras decoraciones.
Primera sorpresa, se han movido un poquito mas allá, en
lugar de entrar por la puerta de la izquierda, entras por la puerta de la
derecha, es un local más amplio, mejor decorado y hasta han puesto una barrita
para sentarse a degustar y tomar un café.
Allí estaban, mirándome los Eclair, tiramisú, clementinas, canolis
y todas las pastas con sus cremas desbordadas, sus brillantes mieles y almíbares
y ese escandaloso olor a pasteles en el
horno.
Bien, ¡de los males el menor!
Pensé yo, esto no le hace ningún bien a mi dieta, estamos
en pleno verano y quiero sentirme cómoda en la playa con el dos piezas naranja
que me compré la semana pasada.
Opté por “elephant
ears”. Salí con mi “botín” en una bolsa
sin mirar atrás, no sea que la tentación sea más fuerte que yo.
Llegué a la
oficina y quería meterle el diente a mi dulce. Traía conmigo un té inglés
regalo de mi hermana y….! que delicia el
té y la oreja!
Que reconfortante es detenerse para disfrutar esos pequeños placeres que
dibujan una sonrisa desde el principio de la jornada.
Maria Elena
Maggy