Esta historia no es mía, es
de mi hermana Lucia, quien está de visita en Guayaquil, nuestra tierra natal y
me contó que fue a visitar la tumba de nuestro padre.
Estando en el Campo Santo,
una planicie verde de lápidas, aparentemente todas iguales, es fácil confundirse,
aunque como referencia teníamos. La tumba de nuestro padre está cerca de un
hermoso y frondoso árbol.
Lucia, caminaba como se
camina en el cementerio, con el corazón recogido, con nostalgia y un nudo en la
garganta, no muy segura de hacia dónde ir, miró hacia el horizonte y vio que
alrededor de un árbol, había como un festín, voces, movimientos, el árbol
estaba rodeado de gente, los empleados del cementerio estaban muy afanados
recogiendo sus frutos, el frondoso árbol era un árbol de Pechiche. El Pechiche
es un fruto muy preciado en nuestra tierra.
Lucia, se acercó a la tumba
de nuestro padre, limpió su lápida, le puso sus flores y se comunicó con él; con
el corazón… esa comunicación que se tiene con nuestros seres queridos que ya no
están con nosotros físicamente.
Caminó hacia el árbol y les preguntó qué hacían, y ellos
respondieron, estamos recogiendo Pechiche señorita, este es un árbol de Pechiches,
si quiere llevar. Mi hermana, dudó por un momento… tomar frutos de un árbol del
Cementerio, no es algo que se le hubiese ocurrido, pero bueno… contagiada por
el entusiasmo de los recolectores de la fruta, ni corta ni perezosa junto a
nuestra prima trajeron unas fundas que tenían en el carro y también se
dedicaron a la tarea de recolección del “pechiche”.
En casa de nuestra prima prepararon
“el dulce de Pechiche”. Ese dulce se envasó, se selló y llego acá a Estados
Unidos.
Hoy lo he comido! está
delicioso, me trae recuerdos de mi tierra, de mi padre y debo confesarlo cada
bocado me traía imágenes de ese árbol absorbiendo sus nutrientes de esa tierra
del Campo Santo.
María Elena Orellana
Maggy
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